Muchas personas se plantean cómo hay que tratar al Notario: desde los que más habitualmente se plantean si el trato es de tu o de usted, hasta los que se cuestionan si hay que tratarlo de ilustrísimo o excelentísimo, pasando por mil y un problemas protocolarios.

Sinceramente nunca me he molestado en saber que tratamiento me corresponde, así que mejor os cuento un poco de mi vida, y comparto con vosotros una historia real que con la mayor naturalidad ha ocurrido recientemente en mi despacho (aunque obviamente cambiando los nombres y alterando algo los datos).

El ser nieto de Paco Rosales, hijo de Paco Rosales, y padre de Paco Rosales, hace que independientemente de que en mi DNI aparezco como Francisco Federico, mis amigos me llamen Paco.

No os engaño que me llaman Paco, tanto mis amigos, como quienes quieren serlo, y en el fondo el que alguien quiera ser amigo mío, aunque sea por interés, nunca me ha sentado mal.

Siempre doy la respuesta que daba Antonio Ferrandis cuando le preguntaban si le molestaba que le llamaran Chanquete….»depende del tono con el que me lo digan«.

Sólo hay una persona en este mundo que tiene el privilegio de llamarme de otra forma, y es mi madre, para la que soy y seré siempre Paquillo (obviamente Paco, para ella, sólo puede serlo mi padre; y mi hijo como mucho merece ser llamado Paquete o Paquito).

Es precisamente mi hijo el que me dio la leccion un día que siendo muy pequeño llegó enfadado de la guardería porque la profesora se emprerraba en llamarlo Francisco, y el pobre, como siempre le hemos llamado Paco, simplemente no entendía que a los Francisco nos llamen Pacos (por cierto muy curioso el por qué de ello que podéis consultar aquí).

Ese día descubrí que lo de menos es cómo me llamen, sino cómo me considero a mi mismo.

Un niño de tres años me enseñaba que lo verdaderamente importante no es cómo te traten, sino cómo te tratas tu a ti mismo, y que lo que interesa es ser sencillo y natural, no arroparse con nombres o títulos (porque él había descubierto que en el colegio era simplemente uno más).

Hace poco recibí una nueva lección sobre el tema, y sobre cómo hay que tratar al notario, que ahora comparto con vosotros:

Vino a hacer testamento un profesor de derecho.

Ambos tenemos un amigo común que es catedrático y compañero mío de promoción.

Ese compañero y amigo común le había recomendado que hiciera testamento con Paco Rosales, y dado que  su Universidad está incluso en el término de Alcalá de Guadaíra, optó por venir a mi despacho.

Siendo los dos juristas, obviamente el trato en todo momento era de tu, y la conversación fue completamente amistosa y distendida.

De hecho además de plantearme los problemas jurídicos que tenía su sucesión, hablamos y compartimos cosas de la universidad.

Era un caso complejo, aunque desgraciadamente más habitual de lo que parece, pues era un padre divorciado al que sus hijos hacía mucho tiempo habían de dejado de considerar como un padre y le habían atribuido el tratamiento de entidad financiera de crédito.

Cada vez que hablo con un padre en esa situación, no puedo evitar sentir un desgarro en el alma; especialmente cuando me comentaba que su «niña» sólo lo quería por dinero, y tras una larga conversación descubrí que esa «niña» rozaba los cuarenta años.

Huelga decir que no conocía a sus nietos, porque la hija al invitarle al bautizo le pidió un regalo de más de dos mil euros, cantidad que estaba muy por encima de sus posibilidades, y ante el comentario de «no puedo  gastar tanto», la respuesta fue simplemente un «pues entonces no vengas».

Ya he escrito en este blog de la desheredación por desapego, y diversas son las soluciones que tratamos, para resolver los diversos problemas que se planteaban.

Insisto en que en todo momento la conversación no es que fuera amistosa, sino que el hecho de compartir un amigo y una pasión por el mar, hizo que surgiera mucha complicidad entre los dos.

En todo momento y como compañeros nos tratamos de tu, y el me siguió llamando Paco.

Sin embargo llega el momento de redactar el testamento, y entre otras disposiciones, para evitar conflicto entre los herederos le propuse que nombrara un contador partidor.

Teniendo como teníamos un amigo común y catedrático de derecho (aunque no de derecho civil) huelga decir que le comenté…..»De contador partidor ponemos a fulanito…¿no?».

Es en ese momento cuando, con toda la naturalidad del mundo, me dieron sin querer: más que el tratamiento que me corresponde, el que me había ganado.

«Por favor Don Francisco; ¿Le importaría ser Ud el contador partidor?«.

Sin problemas, le contesté.

La conversación siguió distendida, seguimos tratándonos de tu.

Puede que ni él mismo recuerda ese momento, pues fue completamente natural y espontáneo; sin embargo he de confesar que para mi: fue de esos momento mágicos que se producen en el despacho, en los que sabes que te han pagado con algo que no tiene precio y que es el respeto y la gratitud.

Los títulos se ganan, pero no con unas oposiciones, sino con el día a día, y en el momento oportuno.

No creáis que todos los días me pasa eso, más bien todo lo contrario; sin embargo si creo lo que decía Rabindranath Tagore «Cada amanecer de Dios, es una sorpresa para el mismo Dios«.

Me da igual que me llamen Paco o Don Francisco, que me traten de tu o de Ud (incluso mi amigo Benito que me trata de Ilustre) lo que verdaderamente importa es que yo me alegre y sorprenda, de cada Paco y cada Francisco que salga del corazón y no de unas formas absurdas.