Todos se preguntan qué es un heredero y que diferencias hay entre el heredero y el legatario; parece que la cuestión es irrelevante, y no lo es.

Recientemente en prensa apareció la noticia de la señora mayor, cuyo yerno había asesinado a su hija y que aceptando la herencia de ésta, comprobó que dicha herencia tenía más deudas que bienes, por lo que, ante la insolvencia del asesino, se veía en la tesitura de pagar las deudas que eran comunes de la hija muerta y el asesino insolvente.

La noticia es dramática y produce una vergüenza horrorosa pensar en la pobre anciana pagando las deudas del asesino de su hija, no creo que a nadie se le dejen de revolver las entrañas viendo el sufrimiento moral de dicha señora.

Pretendo con estas líneas intentar evitar que la situación vuelva a producirse, no criticando a la anciana en cuestión, que bastante desgracia tiene encima, pero si analizando algunas cosas y explicando otras, intentando añadir algo nuevo a lo fenomenalmente escrito sobre la materia por mi compañero de Alicante Antonio Ripoll Soler.

Ante todo, hay que hablar con el Notario, hay que preguntar, hay que enterarse de qué lee, y si uno no se entera tiene que insistir en preguntar o negarse a firmar, todo el contenido de una escritura tiene un por qué y un para qué, e igual que nadie firma una cheque en blanco, nadie debe de firmar una escritura sin entenderla.

El Notario es una persona que entiende de derecho, pero: ni ha sido ni es un adivino, ni conoce nuestro pasado, ni sabe qué nos conviene o qué queremos si no se lo decimos. Si no hablamos con él, no podrá saber cuales son nuestras dudas y temores y no nos podrá informar, y si no le decimos la verdad, no nos recomendará adecuadamente.

Aún me sorprende que haya tantas personas que desconozcan que dentro del coste del Notario, está el asesoramiento que éste les presta; dicho de otra forma, preguntemos o no, el Notario cobrará lo mismo, y preguntando simplemente nos prestará mejor servicio.

Dado que sus honorarios van a los mismos esté con nosotros cinco minutos o cinco horas, es absurdo no aprovechar el tiempo para: de un lado resolver nuestras dudas, y de otro lograr que el documento se ajuste a nuestra voluntad y nuestras necesidades (máxime en los testamentos cuyo coste no supera los 40€).

Como le digo a mis clientes, casi a diario, no por amor de Dios, sino por su propio beneficio, pregunte Ud todo lo que no entienda y por favor no firme con dudas, y mucho menos si está en desacuerdo. De hecho, cuando termino de explicar la escritura (a mi me gusta más explicarla que leerla) siempre pregunto si me han entendido y si están conformes.

Sin embargo el motivo de estas líneas es intentar explicar dos conceptos de los que todos oyen hablar y creen sinónimos cuando no es así, el de heredero y el de legatario, dado que la historia que provoca esta entrada se refiere a una mujer joven que murió sin otorgar testamento.

Fallecida una persona, esta deja un conjunto de relaciones, y alguien se hará cargo de ellas (haya hecho o no testamento), esa persona, o personas (pues puede haber más de una) es el heredero. El heredero o herederos se colocan en el lugar del causante, salvo en aquello que por personalísimo no pueda ser transmitido (un ejemplo claro es su cuerpo, o su matrimonio, el primero de los cuales desaparece físicamente y el segundo jurídicamente).

Pero no sólo se transmiten bienes, he hablado claramente de relaciones. El famoso aforismo «tanto tienes tanto vales» sólo sirve para cuantificar el valor económico de una persona, pero no para definir a esa persona. Un ejemplo es la madre Teresa de Calcuta, pobre como las ratas, pero de una valía incalculable (creo que cualquier persona sabe cuál es el «legado» que nos dejó esa señora a la humanidad).

Raro es el hijo (sea o no heredero…que suele serlo) que no honra la memoria de su padre y que no dudaría en pelearse a quién falte a dicha memoria o insulte a su padre. Todos sabemos que hemos de cuidar a nuestros padres mayores, y cuando faltan, acudimos al cementerio para honrar su memoria, y para llevarle flores como si así, aún muertos, siguiéramos cuidándolos.

Resulta curioso que en España, mientras los jóvenes disfrutan de Halloween, los mas mayores siguen celebrando el día de difuntos; yo creo que más que fruto de modas, es consecuencia de la ley de vida que supone el que pocas personas jóvenes han perdido a sus allegados más íntimos, y por eso no sienten la necesidad de honrar su memoria.

Todos tenemos metida en la piel el concepto de heredero, pero si bien ese concepto moral de heredero lo entendemos, no sucede lo mismo al entender sus consecuencias económicas.

No sé por qué hay un sentir común sobre el hecho de considerar positivo recibir una herencia. Primero y fundamental, porque antes que la herencia siempre hay el dramático fallecimiento de un ser que nos es querido o cercano; pero sobre todo porque no todas las herencias son positivas.

Un ejemplo de una herencia negativa sería la de aquellas personas cuya memoria no resulta agradable, así ¿alguien querría ser heredero de Hitler por más dinero que este dejara a su fallecimiento?.

Todos entendemos que el primer deber de un heredero es el de honrar la memoria del causante, y pocos honrarían la memoria de personas de vida reprobable.

Pero la realidad, es que con nuestras virtudes y defectos, todos somos personas más o menos normales, y todos intentamos durante nuestra vida formar un patrimonio que dejar a nuestros descendientes, pero esto último no siempre se logra, la vida da reveses, y si en nuestro patrimonio las deudas son superiores a los bienes tendríamos una herencia negativa.

Este fenómeno se está produciendo mucho en los tiempos actuales en los que muchos hemos comprado bienes por un precio que actualmente es tres veces inferior al de compra, y sin embargo nos hemos hipotecado, siendo que el valor del bien es inferior al del préstamo pedido para su compra.

Nadie se negaría a reconocer un contrato firmado por un padre o un hijo, o a rematar operaciones pendientes dejados por éstos a su fallecimiento, es más, todos lo haríamos gustosos.

El problema es cuando esos «asuntos pendientes» son de una magnitud importante, y cuando sobrepasan las capacidades de previsión de una persona normal, que habiendo sido diligente, se ha visto sobrepasada por circunstancias que escapan de su control.

Es en estos casos cuando hay que renunciar la herencia, y cuidado que dicho acto es de los pocos actos que necesariamente hay que hacer o ante Notario o ante Juez.

Frente al heredero, que siempre lo hay, haya o no el difunto hecho testamento, el legatario, sólo se da en el testamento (y puede o no haberlo), cuando el causante, quiere que alguien aunque no le suceda a título universal, reciba algo concreto (esto es suceda a título particular).

El heredero responde de las deudas, es más esta es su principal obligación (haya o no bienes en la herencia suficientes para pagarlas, de modo que a falta de dichos bienes responde con su propio patrimonio de las deudas), el legatario sólo se ve afectado por ellas, pues si las deudas son superiores a los bienes no heredará nada, pero tampoco responderá con su patrimonio de las deudas.

¿Se le acaba a Ud de ocurrir una «genial» idea? ¿no será otorgar testamento y repartir toda la herencia en legados o nombrar sólo legatarios?, se equivoca Ud, insisto en lo que dije al principio, vaya al Notario, hable y pregunte, pero no se automedique. Si sólo nombra legatario o distribuye la herencia en legados, por más nombres que Ud use lo que está haciendo es nombrar heredero.

Repito que las combinaciones y posibilidades son muchas y que es el Notario, el que oyéndole entenderá su voluntad y la plasmará correctamente en el testamento.

Un último concepto importante es el del legitimario o heredero forzoso, que son personas (hijos, cónyuge, padres) a las que la ley obliga a dejar un mínimo, pero:

  1. El heredero forzoso puede recibir ese mínimo de cualquier forma (esto es lo puede recibir como heredero, como legatario, e incluso puede recibir ese mínimo en vida del causante -cosa que no sucede con herederos y legatarios-), un aforismo jurídico dice «el heredero forzoso, no es forzoso que sea heredero».
  2. El fundamento de la figura del heredero forzoso es complejo, básicamente en las necesidades de desamortización del siglo XIX, mientras que la figura del heredero, entronca con la necesidad de que alguien se encargue de los asuntos que quedan pendientes al fallecimiento de una persona (por cierto algún día tendré que escribir o alguien tendrá que plantearse la supresión de la legítima, cuya razón de ser ya no existe).
  3. El heredero depende de la voluntad del causante, y a falta de dicha voluntad se determina por ley; el legatario depende exclusivamente de la voluntad del causante y a falta de dicha voluntad no existe; el legitimario o heredero forzoso, puede también no existir, y no es que dependa de la voluntad del causante sino que limita dicha voluntad.

 

Lo cierto es que, en la práctica, caben un sin fin de situaciones posibles, que los conceptos muchas veces se mezclan, que una misma cosa se puede decir de infinitas maneras. Vuelvo con ello al principio, a la necesidad de hablar con el Notario, de explicarle nuestra situación, para que así redacte el testamento conforme a nuestra voluntad.

En mi despacho los testamentos los clasifico en dos categorías: de un lado el del matrimonio que quiere hacer el que se podría llamar «testamento del uno para el otro y después los hijos», y todos los demás.

Los primeros (por otra parte quizá los más frecuentes) me los suelen redactar mis empleados, pero me gusta redactar personalmente los segundos.

Es más, me produce cierta ternura que un matrimonio que se ha jurado vivir juntos hasta que la muerte los separe, vengan juntos a hacer testamento, como si fuera una especie de renovación de sus votos matrimoniales; por eso, y por si hay algún dato que se les escapa a mis empleados, también me gusta hacer que la firma del testamento no sea la simple firma en dos minutos de «un papel» y darle al acto la importancia que tiene.

Con estas líneas sólo pretendo que los ciudadanos den al acto de acudir a la Notaría la importancia que tiene y que se tomen el tiempo que necesiten.

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