Hoy no voy a compartir propiamente una historia mía, sino una conversación que tuve con mi padre (Notario, ya jubilado) en la que empezamos hablando de las nuevas tecnologías, para acabar hablando de la historia de un empleado de banca y un notario jubilados.

A mi padre eso del boom tecnológico le pilló cerca de la jubilación y todo lo que se refiere a un ordenador, internet (incluso un Smartphone) lo llama «esos cacharros del demonio»,

Suelo bromear con él sobre el tema, y todos sus hijos intentamos hacerle ver las grandes ventajas que supone la informática y todo eso que ahora se llaman TICS, RRSS etc, pero el mantiene una defensa numantina de sus principios, y sinceramente en ocasiones nos pega lecciones importantes.

La lección que me dio a mi, fue el día que intentaba convencerle de las ventajas de la banca on line.

Papá, hombre, ¿sabes lo bueno que es poder consultar tus cuentas y operar con el banco sin moverte de casa?.

Mira Paco (he tardado algo, pero desde que aprobé las oposiciones, me he ganado algo el respeto de mi padre que ya me llama Paco -mi madre siempre me llama Paquillo, y de vez en cuando me comenta que cree que empiezo a madurar…»con el trabajito que le ha costado a ella»-) yo quiero ir a la sucursal: primero porque así me fuerzo a hacer ejercicio (que a mi edad es muy bueno) y segundo porque yo quiero hablar con los empleados.

¡Pero papá, si en internet encuentras toda la información!.

Mira Paco, en internet no encuentras información, encuentras palabras ininteligibles, es más yo quiero ir a la sucursal porque quiero saber si el empleado es uno de estos niñatos modernos del internet o es un empleado de banca de toda la vida.

Papá el niñato moderno que tu dices, es un tío con formación.

No Paco, ese niñato moderno, es un vendedor, que no tiene ni la más remota idea del negocio por más palabras raras que sea capaz de juntar.

Un empleado de Banca es Don Félix xxxx, que era el director de «El Banco» de xxx pueblo que yo serví.

Y ahí empieza la historia de Don Félix, de ese pueblo perdido y de cómo mi padre me dio una de tantas lecciones que me ha dado (pocas para mi gusto) y que prueban que a sus setenta y muchos años sigue teniendo una mente privilegiada, y por qué ha sido un Notario de referencia en Sevilla.

Don Félix era el director de la sucursal del «El Banco», en aquellas épocas en los pueblos sólo estaba el Banco Español de Crédito y la Caja de ahorros de turno, por lo que la gente para indicar donde iba, simplemente decía el «Banco» (de hecho puedo atestiguar que en algunos pueblos aún así las personas mayores usan ese lenguaje -y eso que Banesto ya no existe-).

Don Félix era del pueblo, nació y murió en el, y era el hijo del anterior director de la misma sucursal.

Jamás se levantaba temprano, y lo primero que hacía era ir al casino a tomar un café, que podía durar perfectamente hasta la hora del vermú, y sólo de vez en cuando aparecía por la sucursal (normalmente por las tardes, fuera de horario, y para poner orden), eso si, tenía clarísimo que su trabajo estaba en la calle (lo mismo que ahora sucede con tantos empleados de banca).

Ni que decir tiene que en aquella época no es que no hubiera ordenadores, es que no había ni calculadoras, y eso de los ratios y los índices eran conceptos desconocidos.

Don Félix, simplemente se dedicaba a guardar el dinero de los habitantes del pueblo, prestar, y recomendar alguna que otra inversión.

Eso si, para hablar con Don Félix, había que cumplir un ritual.

El primero era «vestirse de domingo«, porque para ir a ver a Don Félix (el Banquero) Don Rafael (el médico) o la Señorita Pili (la maestra -entonces había maestros no profesores, añadió mi padre-) o a Don Francisco (mi padre el Notario) había que dar a dichos profesionales el trato que se merecían.

¡Papá eso es servilismo!.

No hijo mío, eso es educación, si tienes un problema y alguien puede resolvértelo es bueno ser agradecido y educado.

¡Papá si tengo un problema y quiero solución pago a un profesional!.

Te equivocas, un profesional, es una persona, no un producto, sus servicios se pagan, pero la persona no está en venta, si quieres tratarlo como una mercancía, tú mismo, pero yo te recomiendo que si pretendes que te traten como persona, tu eres el primero que debes predicar con el ejemplo, si no, te convertirás en un número más, te darán un servicio estándar (que es lo que hoy en día impera) pero no ese servicio único e irrepetible que tu necesitas.

Siguió contándome que Don Félix, ni sabía ni necesitaba saber de ratios, pues sólo sabía de personas, que esas horas de casino, esas horas cuesta arriba y cuesta abajo en el pueblo, esos años de presencia en el pueblo, he habían hecho conocer al dedillo a cada ciudadano.

La forma de conceder préstamos de Don Félix era muy peculiar, pues no pedía documentación alguna, ni miraba absolutamente nada.

En ocasiones denegaba el préstamo al hijo de uno de los señoritos del pueblo, porque sabía perfectamente que era un «bala perdida» y no estaba dispuesto a «cazar» a sus padres como avalistas de una operación que de antemano sabía que estaba llamada al fracaso por la falta de cabeza y holgazanería del niñato en cuestión.

Pero en otras ocasiones daba préstamos importantes a personas sencillas, porque sabía perfectamente que eran gente honrada y trabajadora.

Eso si, jamás dejó de cobrar un préstamo Don Félix, jamás supo cuál era el ratio de morosidad de su banco, porque dicho ratio era inexistente.

La forma de recomendar inversiones de Don Félix, también era particular.

Don Félix, no es que no supiera de productos derivados ni productos bancarios complejos, él sólo sabía de imposiciones a plazo fijo, cartillas de ahorro, algo de bolsa, y un poco del mercado de metales preciosos y divisas.

En ocasiones iban a visitarle al casino para pedir una compra de acciones que cotizan en la Bolsa de Valores, y Don Félix se ponía como un energúmeno, porque entonces a eso se le llamaba «jugar a la bolsa», sólo si el cliente tenía unos buenos ahorros le permitía la compra, pero siempre una inversión moderada, y por descontado que sólo en las «matildes», algún banco, o alguna eléctrica.

Siempre recomendaba comprar algo de oro y divisas, y tenerlo en casa (por lo que pudiera pasar) porque entonces aún muchos recordaban épocas durísimas que se habían vivido anteriormente.

Las hipotecas que concedía Don Félix eran contadísimas, jamás sobre la casa de una persona, y siempre sobre fincas (porque Don Félix y la gente era muy consciente que la hipoteca podía ejecutarse).

Comentaba con mi padre que por circunstancias de la vida, yo pasé nuevamente por ese pueblo recientemente, Don Félix había fallecido hacía unos años (lo cual le entristeció), pero tuve que confesarle lo que había visto.

Que el pueblo estaba lleno de casas adosadas, con las persianas echadas y jaramagos en los jardines, lo que prueba que estaban deshabitadas.

Que en la calle principal del pueblo, donde antes estaban sólo «El Banco» y «La Caja», ahora había cinco sucursales más de otras entidades de crédito (todas cerradas).

Hijo mío, me preguntó:

¿Estás seguro de que con todos estos «cacharros del demonio» ahora estáis más cerca de las personas o más lejos? porque yo disfruté de muchos cafés con Don Félix y con muchos habitantes de este pueblo y tu te tiras el día entero delante de una pantalla de un «cacharro del demonio».

¿Estás seguro que analizando tanto las cosas te preocupas más por resolver problemas, o lo que te preocupa es evitar tenerlos?

¿Crees que puedes ayudar a alguien sin mirarle a la cara y sin saber quién es, cómo es y que necesita?, ¿te dice eso el «cacharro del demonio»?.

Para mi es durísimo tener la responsabilidad de seguir la estela de alguien como mi padre, que sin tantos medios como tenemos hoy en día, tiene un talante humano que jamás lograré frente a la pantalla de un ordenador, aunque también creo firmemente en las ventajas de las nuevas tecnologías (si yo supiera hacer uso de ellas con la sabiduría que tiene mi padre).

Lo cierto es que hoy, es el día de las bodas de oro de mi padre, y con esta entrada pretendo hacer un homenaje tanto a la persona, como al Notario; él siempre ha sido lo primero, y la prueba de ello son dos breves anécdotas:

  1. Como decano del Colegio Notarial de Sevilla, mi padre tiene concedida la Cruz de San Raimundo de Peñafort, pero jamás le ha sido impuesta, por lo que hace dos navidades sus hijos le compramos la medalla, y en la cena de Navidad me tocó a mi (el hijo Notario) improvisar una ceremonia de imposición. Lo cierto es que ha sido la única vez que he visto a mi padre llorar y se pasó todo el día de Navidad con su medalla impuesta por sus hijos y una sonrisa.
  2. También como decano le hicieron un homenaje en su jubilación, fueron todos los «peces gordos» del Notariado, tocándole decir unas palabras, él simplemente se giró a mi madre y le dijo «Emilia de mi vida, este homenaje es para ti, porque yo jamás hubiera sido nada si no hubieras estado conmigo».

 

PDD.- Quería haber puesto una foto de mi padre y mía en esta entrada, pero a él eso de salir en «un cacharro del demonio» no le gusta demasiado, así que he tenido que poner otra.