A estas alturas de blog, creo que tendréis claro mi interés por la política.

He de confesar, que tras haber visto no se cuantas bodas del siglo, y partidos del siglo, tan pronto me enteré que el pasado 7 de Diciembre había un «debate decisivo», miré la programación, y opté por ver la película «El origen del planeta de los simios» (no podría haber un título más adecuado para tal ocasión).

Confieso que, entre anuncio y anuncio, no podía evitar la tentación de mirar el debate; reconozco que por más que me importara un pimiento, tenía cierto morbo por ese debate (al igual que asumo que tengo cierto morbo por saber qué ha pasado entre Belén Esteban y Toño Sanchís).

En todo caso, las redes sociales se encargaron de hacer un buen resumen de lo ocurrido.

Llamadlo deformación profesional, pero a mi en el fondo lo que me interesaba era saber que propuestas iban a hacer los candidatos en temas relacionados con el derecho y justicia; y como mucho me temía el resultado del partido, opté por la película de los monos.

Susana Gisbert y Alfredo Herranz, en sus blogs, rápidamente se encargaron de confirmarme que cual Pitonisa Lola, había cantado bingo, y: ninguno de los cuatro candidatos, en dos horas de debate, dedicaron a la justicia el más mínimo tiempo.

Amargos y duros son ambos artículos; sin embargo creo que lo sucedido ha de llamar a la reflexión.

Hace mucho que descubrí que entre el anuncio del Tulipán y una campaña electoral, no hay grandes diferencias, pues todo consiste en vender un producto.

De hecho los anuncios televisivos me parecen más honestos que las campañas políticas, pues los primeros tras un montón de almíbar dejan claro que lo que tratan es de vender. Políticos y anunciantes, saben lo que es el marketing, y distinguen marketing de publicidad.

Ambos analizan, segmentan, y en vez de aplicar un aforismo jurídico que entiende que justicia es dar a cada uno lo que se merece; lo que tratan es de convencer a todos que la chispa de la vida es: tomar Tulipán, o votar a Gundisalvo.

Si en dos horas ninguno de los cuatro candidatos se preocupó por el mundo del derecho es simplemente porque el mundo del derecho le importa al ciudadano más o menos: lo mismo que un semáforo a un adolescente, cuando juega al GTA en la PlayStation.

La gran victoria de marketing de los políticos es, vender la lucha contra la corrupción al ciudadano, sin embargo omiten explicar con qué medios lo harán; venden así como lucha política, lo que simplemente es el resultado de encuestas; sin embargo la lucha contra la corrupción, si no se dota de medios materiales a la justicia, queda en agua de borrajas, y lamentablemente los juristas no hemos sabido explicarlo.

De nada sirve una lucha por la Justicia si no haces cómplice y participe al ciudadano/votante de su importancia para ejercer y proteger sus derechos, sin arengas, acercándonos a ellos como personas, una campaña perpetua en el tú a tú, como los políticos estos días, con empatía y cercanía, convirtiéndose en personas.

Asumir esto es duro, muy duro.

Me consta que muchos somos los juristas que luchamos por hacer accesible el mundo del derecho al ciudadano; se que día a día, muchos nos levantamos con la intención de hacer nuestro trabajo lo mejor posible; conozco a juristas que han salido a la calle y han montado la Brigada #T reivindicando que la justicia es cosa de todos, y que justicia sin medios no es justicia; compruebo la desesperación de muchos compañeros intentando entender leyes mal redactadas, que en ocasiones duran meses.

Comprobar que estos temas preocupan al ciudadano, lo mismo que la situación de las minas de coltán, es difícil de aceptar.

Primero porque muchos de los lectores de este blog desconocen qué es el coltán (os advierto que es un componente esencial de todos vuestros teléfonos móviles) pero segundo porque seguramente también desconocen los miles de muertos que ha producido el coltán (supongo que como son africanos, con poner dos euros en la próxima campaña de navidad para cualquier programa lacrimógeno, andarán con sus conciencias tranquilas).

¿Qué ha pasado en la campaña electoral con la justicia?

Sinceramente creo que estamos jugando un partido de fútbol y nos hemos equivocado.

Hemos entrenado, hemos jugado el partido con toda nuestra ilusión, y sin embargo nos han metido una goleada como la del famoso España Malta; y lo que es peor, el respetable, ha salido del partido encantado de la vida, pues resulta que España es la política, y Malta el derecho y la justicia.

Sin embargo, tras la paliza, Malta siguió jugando al fútbol; por lo que en realidad, más que quejarnos, más que hincarnos de rodillas como el famoso Bufon, lo que tenemos que hacer es: asumir nuestros errores, buscar nuestros puntos fuertes, levantarnos día a día, y jugar el siguiente partido.

Los juristas tenemos que asumir que:

  1. Nuestra imagen no es buena.
  2. Comunicamos poco y mal.
  3. Usamos un lenguaje ininteligible para los ciudadanos.
  4. No somos tan importantes.
  5. Tratamos con ciudadanos y no con clientes.
  6. Nuestro éxito no depende del fracaso ajeno.
  7. Más se consigue compartiendo y aportando, que reivindicando.

 

No tengo la receta para resolver el problema, y quizá cuanto menos se hable de derecho mejor para el mundo de la justicia; sin embargo más que mirar lo que hacen los políticos (que por otra parte a mi no me sirven de referente para nada) debemos de mirar que hacemos nosotros, en que podemos mejorar, y salir día a día al campo de fútbol con toda la dignidad posible.

Quizá la primera de las soluciones empiece por respetarnos los juristas a nosotros mismos; por confiar en los compañeros de profesión y respetarlos (pero no con ritos o fórmulas, sino desde el corazón); por asumir que nuestro oficio concreto es un eslabón más en la cadena que hay que elaborar para defender al ciudadano, y dejar de considerar que cualquier profesión jurídica que no sea la nuestra ha de ser criticada (especialmente aquella con la que tenemos más contacto).

En definitiva, debemos de asumir que somos Malta.

Tenemos que buscar un equipo homogéneo y no un equipo lleno de figuras; esto no es un partido de patio de colegio, en el que todos los chavales van tras la pelota intentando tener su minuto de gloria en el partido del recreo de las once entre: los de primero A y los de primero B.

No necesitamos tantos divos; quizá el primero yo, que con este blog y otras historias que no vienen al caso, hay veces que tengo la tentación de creerme alguien, cuando simplemente soy un Notario de pueblo.

Tenemos que seguir estudiando, que es lo mismo que entrenar; debemos aplicar la máxima del Cholo Simeone y jugar «partido a partido», y luchar cada consulta, cada ciudadano, cada asunto, como si en él nos fuera la liga.

Como diría Silvester Stallone en Rocky, «no hay dolor«; las horas de soledad en los despachos no son excusa, las malas leyes tampoco, y mucho menos las malas artes que en ocasiones usan otros profesionales del derecho (que no juristas).

Pero sobre todo debemos buscar una afición que nos apoye; si no llegamos al ciudadano, no llegaremos a ningún lado; somos nosotros los que tenemos que acercarnos a la afición y no esperar a que la afición llegue a nosotros.

Tened la certeza de que esa afición cuando vea que somos su equipo irá al campo de fútbol, se disfrazará de las formas más ridículas, y nos animará; sin embargo, por ahora, debemos asumir que es el fútbol, y no el derecho el que levanta pasiones; así como que si nosotros no somos los primeros ilusionados, difícilmente podremos contagiar a una afición (por cierto, recordad, que luego cuando llegue la gran final, seguro que todos los políticos querrán ir al palco).

Agradezco a la letrado Doña Patricia de Dios Teigell destacada miembro de la brigada #T, sin cuya ayuda no hubiera sido posible este post (confieso que más de una idea no es mía sino suya) antes de publicar este post, se lo he pasado, y creo interesante compartir con vosotros su respuesta:

Si en nuestras propias filas hay egos, no personas; si entre compañeros de profesión (entendiendo por tal la jurídica, en todas sus ramas) hay fobias e intereses distintos a llegar al ciudadano y una Justicia mejor; si mientras algunos trabajan con el único fin de hacer entender al ciudadano la importancia de defender la Justicia, otros buscan reconocimiento personal, hacerse un nombre propio y/o un puesto político… mientras todo eso pase, y no miremos todos los juristas hacia un único fin, la lucha será vana y el tiempo perdido.

Tenemos «la de perder», la Justicia no mueve periódicos, no es noticia más allá del morbo que un caso puntual puede suscitar, no hemos conseguido llegar al ciudadano y hacerle entender que la Justicia es más suya que nuestra, y que sin ella el resto de derechos no hay dónde hacerlos valer, y eso, es un trabajo diario, y si la ilusión por conseguir una Justicia mejor no llega al ciudadano, la culpa es exclusivamente nuestra, que perdemos un tiempo precioso en fobias personales, en atacar otra forma de llegar al ciudadano que no sea con arengas, en criticar el trabajo de otros y no promocionar cualquier forma de hacer llegar al ciudadano nuestro mensaje: la Justicia existe y los juristas somos personas, que celebramos los cumpleaños, damos los buenos días, y tenemos días buenos y días malos. Somos mortales

Estas elecciones hemos perdido todos, juristas o no,  porque la Justicia no es tema de interés, hemos de recuperar la ilusión por conseguir poner a la Justicia en el punto que se merece, cada cual a su manera, y olvidarnos de egos y el reconocimiento personal, que antes que abogados, jueces, fiscales, notarios, etc… somos personas, y debemos hablar con los ciudadanos como lo que son: personas, quizá así, entiendan que nuestra lucha es más suya que nuestra, y quieran sumarse para apoyar al equipo, aunque pierda.

 

Creo que un post tan íntimo y triste no puede quedar así; por lo que comparto con vosotros un poco de humor, por si una sonrisa es capaz de dulcificar el amargor de una derrota, que no es derrota de la justicia, sino de la sociedad (o de ambas).