Supongo que los que no son andaluces, no saben lo que es un poyaque; por lo que, sin intentar ser el Diccionario de la Real Academia de la Lengua aclararé:
Poyaque.- Dícese de la familia que con ocasión de decidir encargar a un albañil que haga un tabique le dice: «poyaque haces el tabique, me haces una piscina, tres cuartos y me cambias el baño»
Hablar de los peligros del poyaque es hablar del por qué cuando crees que vas a hacer una obra con un presupuesto, al final la broma cuesta tres o cuatro veces más de lo previsto.
Supongo que el poyaque, será llamado de otras formas diferentes en el resto de España, pero que no es algo exclusivo de estas tierras.
Sea como fuere, mezclar el poyaque y la hipoteca es como mezclar patatas fritas con Fanta de limón (una auténtica porquería, por más que todos de chicos lo hayamos hecho)
La historia la provoca un señor que aparece indignado en mi despacho porque según él, el director del banco y el Notario (o sea yo) le habían engañado y no le habían informado debidamente cuando firmó la hipoteca.
Todo venía porque había decidido comprarse un solar para hacerse una casa, y había pedido el un préstamo hipotecario para financiar la construcción.
Por si no lo sabéis, para poder declarar una obra nueva, entre otras cosas, es necesario aportar: tanto la licencia de obras, como un certificado técnico acreditativo de que la descripción de la obra se ajusta el proyecto para el que se obtuvo la licencia.
Está claro que el ciudadano había decidido cómo quería su casa, y que había pagado por el proyecto.
Sin embargo, de ver las cosas en papel a verlas en realidad, suele mediar un mundo, y a medida que iba avanzando la obra, el número de poyaques que encargó a los albañiles fue tal, que se había quedado sin dinero para terminarla.
De hecho, en el préstamo, el banco, curándose en salud, había dejado muy claro que el dinero se entregaría a medida que se le justificara el estado de las obras; de modo que así se garantizaba que el dinero se invertiría en aquello para lo que se prestaba.
De una u otra forma, el señor había conseguido los certificados; pero la realidad es que a mitad de obra, se había comido todo el préstamo, y trataba de conseguir más dinero.
Ni que decir tiene que era una familia humilde, y que el director se negaba a entregar mas dinero, porque de dar un nuevo préstamo, la cuota del préstamo que resultaba, era de imposible pago con los escasos ingresos de los que disponía la familia.
Para los que no sois de Andalucía, os comentaré, que pese a la fama, el problema aquí no es el calor, sino el frío.
El calor no es problema, porque todos estamos acostumbrados, y más o menos, las casas están preparadas para el calor que hace aquí.
Sin embargo, cuando hace frío, lo hace igual que en todos sitios, pero las casas siguen preparadas para el calor.
Es por ello, que la familia en vez de unos split de aire acondicionado, había metido un poyaque de un suelo radiante que costaba el ojo de una cara.
De camino, el suelo previsto con calidad media, se había convertido en un precioso mármol.
Pero lo que más me sorprendió es que el señor me comentaba que había decidido poner un retrete en el cuarto de baño, que además de servir para las funciones propias de estos artefactos; servía para soltar un chorrito de agua jabonosa, un chorrito de aire para secar, amén de que tenía la taza calefactable y radio incorporada.
No pude evitar pensar una barbaridad sobre los posibles usos y necesidades de tal artefacto, más me limité a preguntar a Señor
¿No cree Ud que si pide dinero para algo, y lo usa para otra cosa, tiene Ud alguna responsabilidad por lo sucedido?
Indignado, el señor, que me soltó una diatriba sobre el derecho del ciudadano a la vivienda regulado en la constitución (lo cierto es que mientras le escuchaba, no dejaba de pensar qué tenía que ver el derecho a una vivienda digna del artículo 47 con un retrete, y que tiene de digno el uso de tal artefacto).
Seguidamente empezó a arengarme sobre lo difícil que es entender el proyecto de un arquitecto, y una escritura (sinceramente yo me estaba haciendo un lío pensando cómo puñetas el señor incapaz de entender nada, podía entender el extraño mecanismo de funcionamiento de los chorritos del retrete).
Al final acabé pensativo; pues es la enésima vez que alguien hace algo porque le da la gana, y busca culpables de su estupidez, en vez de asumirla, y tratar de evitar que se repita la historia (quizás por eso la historia, de una u otra forma, se repite tanto).