Me he dado cuenta de la barbaridad de tiempo que lleva este blog activo, en él he hablado de muchas cosas, fundamentalmente de derecho, de mi oficio, e incluso he dedicado un par de entradas para hablar de mi y de mi familia, pero en este post, quiero rendir un homenaje al preparador del Notario.

Mucho se ha escrito del tema, pero en mi caso quiero hablar de mis preparadores, Joaquín Serrano Valverde y de Rafael Leña Fernández, a quienes (junto a mi padre) debo absolutamente todo lo que soy, y especialmente mi forma de ver este oficio.

Sin saberlo, yo soy Notario muchísimo antes de haber nacido. Todo empezó cuando mi padre, tras llevarse un par de batacazos importantes y dolorosos en las oposiciones a Notarías, tiró de su amigo Rafael Leña (curiosidades de la vida, nacido en Alcalá de Guadaíra) y lo convenció para irse a Bujalance, que es un pueblo de Córdoba, donde se habían enterado que un Notario joven llamado Emilio Gosalvez tenía mucha maña para hacer que los opositores aprobaran Notarías.

Allá que fueron los dos, se hospedaron en la pensión Galán, y coincidieron con otros jovenzuelos que habían oído el mismo rumor, entre ellos Joaquín Serrano Valverde.

Es en esa pensión, más que una amistad, se forjó un matrimonio, una ilusión por ser Notario y por compartir despacho, que años después dio una hija, que durante más de un cuarto de siglo fue una de las Notarías de mayor prestigio de Sevilla.

No es este el momento de hablar de su éxito profesional, es el momento de hablar de una amistad profunda y sincera entre tres jovenzuelos, que por circunstancias de la vida acabaron siendo Notarios.

Igual que esa Notaría fue el hijo económico del matrimonio del que hablo, supongo que yo soy el hijo biológico del mismo (aunque sinceramente y como hijo rebelde jamás llegaré a la altura de mis padres).

Joaquín Serrano Valverde (un hombre tranquilo)

Mi preparador.

Ocho años y medio de mi vida los pasé viéndolo dos veces por semana,  jamás le he visto preocupado por un problema; siempre he creído que es más un científico del derecho o un matemático que un Notario.

Joaquín es la tranquilidad en persona, no se altera por nada, el problema más complejo lo disuelve como un azucarillo en agua, y la sonrisa es todo lo franca y abierta que puede ser la sonrisa de alguien que es feliz.

Su capacidad de afrontar los problemas con serenidad me asombra.

Recuerdo estar dando temas, y ver a mi padre subir agobiado a su despacho con un asunto de tres pares de narices relativo a una hipoteca en garantía de obligaciones; Joaquín le escuchaba son esa sonrisa amable que le caracteriza (yo tenía mis temas frescos, pero ni me enteraba del problema -huelga decir que la solución se me antojaba imposible-).

Terminada la exposición del problema, sin perder la sonrisa y sin levantar la voz, contesta ¿Yo creo que con el artículo tal del Reglamento Hipotecario tampoco es tan complejo?, en ese momento servidor de Uds entendió el problema, y mi padre salió disparado porque acababa de encontrar la solución.

Tomándome temas se hacía el dormido, y se ponía a seguir con el dedo el Código Civil negando con la cabeza, para hacerme ver que no tenía que echar cuentas al tribunal. Lo cierto es que tuve un examen en el que el presidente se me durmió (cosas de examinarte a la hora de la siesta) y otro examen en el que el secretario tenía un libro abierto que seguía con el dedo mientras negaba con la cabeza (lo que tengo también claro es que estaba aprovechando para intentar resolver un problema suyo y no tenía muchas ganas de seguirme), por cierto en ambos exámenes saqué notas brillantes.

Ha preparado a muchos opositores, pero creo que fui el último, mis ocho años y medio de oposición, y el cariño profundo que me tiene, hicieron que padeciera infinitamente mis tres cates, hasta el punto de que cuando mi hermana quiso opositar a Registros de la Propiedad le suplicó a mi padre que no le hiciera pasar por ese calvario.

Joaquín es Notario, ahora Notario jubilado, pero por encima de todas las cosas y al igual que lo es mi padre, es persona. No dudo de su vocación, no puedo cuestionar su brillantez, sin embargo esa misma vocación, esa misma brillantez la hubiera tenido ejerciendo cualquier otro oficio, Joaquín ante todo es padre, sólo uno de sus once hijos optó por el mundo del derecho, y los nueve han sido brillantes, pero curioso es que tiene tres hijos médicos y uno sacerdote, porque ante todo, y como su padre son seres humanos.

Nadie que se cruce con él por la calle podría imaginarse que es un Notario, pues su sonrisa franca y abierta no cuaja mucho con la imagen de «tio vinagre» que generalmente tenemos los Notarios; no es una sonrisa contagiosa, sino una sonrisa que cala en lo más profundo del corazón de quien la ve; tardé mucho en entenderla, pero al final descubrí que es la sonrisa de alguien que simplemente es feliz, y que su felicidad no viene dada por cosas materiales, sino por una vida interior plena.

Rafael Leña Fernández (un hombre inquieto)

Mi maestro y mi cruz.

Cada vez que pienso en él recuerdo la canción «Eres mi vida y mi muerte, te lo juro compañero, no debería de quererte, no debería de quererte….y sin embargo TE QUIERO».

Rafael es la pasión, es un torbellino jurídico de compromiso y amor por este oficio; es un corazón inmenso que no deja a nadie indiferente, y desde luego la persona que más claramente tiene asumida la frase «Quien bien te quiere, te hará llorar».

Su cultura es amplia, su vocación clara, su compromiso firme, pero creo que hay una palabra cuyo significado no acaba de entender «tibieza». Rafael ni entiende las medias tintas, ni deja indiferente a nadie, o lo adoras o lo odias, pero es capaz de sacar agua de las piedras (y la prueba más palpable de ello soy yo).

A diferencia de Joaquín no concibo a Rafael ejerciendo una profesión distinta de la de Notario, pero sinceramente entre lo que Rafael considera Notario y lo que muchos creen que es un Notario media un universo.

Recuerdo cuando aprobé que me dedicó un libro suyo y la dedicatoria refleja claramente qué piensa él «A Paquillo, con el deseo de que sea un Notario: no un burócrata, ni un señorito, ni un comerciante».

Para Rafael el estudio es prioritario, el razonamiento fundamental, el compromiso firme. Dudo muchísimo que el su vida haya tenido reloj, o por lo menos que lo haya utilizado para controlar el número de horas que dedica a su oficio, las horas de despacho no son sino una prolongación de las horas de estudio en casa, y conferencias jurídicas que tiene que dar, o a las que quiere asistir.

Botón de muestra es que va ya para casi una década que se jubiló, pero sigue siendo alma mater de la Academia Sevillana del Notariado, donde echa más horas que un adolescente delante de una Play Station, y por supuesto sigue siendo fiel a su proverbial montonera de papeles con asuntos pendientes que estudiar (asuntos que copaban toda la mesa de firmas, un sofá, cinco montones en su mesa y en todas las sillas, salvo la suya y dos confidentes).

 

Jamás en mi vida llegaré al nivel de estos maestros, pero doy muchísimas gracias por haber aprendido de ellos y por haber tenido el privilegio de conocerlos, pues indiscutiblemente no sería lo que soy sin ellos, y este blog en cierta manera es fruto de la pasión por su oficio y por el mundo del derecho de estos monstruos, así que por favor, si alguna entrada os ha gustado, no creáis que es mía, sino fruto: de ese Joaquín sonriendo, fijándose en las cosas pequeñas, y llamándome a la serenidad y a la constancia; y de ese Rafael frotándose una y otra vez la cara desesperado y suspirando «Paquillo de mi vida ¿Cuándo voy a dar con la tecla del piano de tu cabeza?», y como yo le respondía «Rafael, lo intento, pero poco más puedo hacer, yo no soy como vosotros».

 

Deliberadamente no he querido hablar de otros Notarios que me ayudaron en las oposiciones, sin embargo: por lo mucho que lo quise, por su generosidad, y por su apoyo, quisiera simplemente dejar un pequeño homenaje a Pedro Romero Candau, a quien siempre admiraré, respetaré, y defenderé incondicionalmente (igual que de forma incondicional me ayudó a mi y a muchos más -fuéramos o no opositores a Notarías-); pero que dolorosamente para mi, y tantos y tantos que lo hemos querido, ya no está entre nosotros.

No obstante me gustaría levantarme por Pedro Romero Candau, para proclamar en alto y orgulloso: que lo aprecio, que siempre defenderé su memoria, y que cinco líneas mal escritas en el blog de un Notario de Pueblo, no son pago de lo muchísimo que le debo (sinceramente me duele en lo más profundo del alma hablar de él, incluso un año después de que nos dejara).