No os voy a negar, que los notarios de los tratos previos a la venta sabemos poco, y que las negociaciones previas a la compra de una casa tienen lugar fuera de la Notaría.

Es evidente que los deberes hay que traerlos hechos el día de la firma, pues ese «es el día de la verdad»; sin embargo nadie dice que los deberes sean fáciles o se hagan en dos minutos.

La ventaja que tiene ser Notario de pueblo, es que de una u otra forma siempre te enteras de más cosas de las que a simple vista dicen las partes delante tuya.

El motivo es que las partes, en los pueblos, muchas veces acuden varias veces a la Notaría para informarse antes de fijar una fecha para la firma.

Eso es una prueba mas de que la gente de pueblo, muchas veces demuestra más inteligencia que muchos urbanitas que con un reloj en la mano, desperdician su tiempo en tonterías.

En los pueblos saben que el tiempo está para aprovecharlo en cosas importantes, y en vez de preguntar a cuñados, amigos, y gente de todo pelaje, no tienen problema en acudir a la Notaría y preguntar sus dudas (quizás porque entienden que pocas cosas se hacen en la Notaría que no tenga gran importancia en su vida y saben que el asesoramiento notarial es gratuito)

La historia es la de una venta como otra cualquiera, en la que los vendedores habían decidido irse a vivir a la capital, y unos recién casados jóvenes, habían decidido dejar de vivir en casa de los padres de ella, liarse la manta a la cabeza y comprar una casa en la que…por fin vivir juntos (y disfrutar del hijo que acababan de enterarse que tendrían en nueve meses).

Era gente normal y corriente, y muy conscientes de lo justos que iban de dinero, por lo que tenían que luchar cada céntimo para que les cuadraran las cuentas.

Juntos y por separado, venían a la Notaría a preguntar las cosas más variadas, pues: desde dejar o no los muebles en la casa, a aportar o no el certificado de eficiencia energética cada gasto tenía que ser medido y controlado.

Recuerdo a un empleado que un día se quejaba del «tiempo que perdía» oyendo a las partes, problemas que en realidad no podíamos resolver.

En realidad no eran problemas jurídicos, sino los problemas lógicos que tiene cualquier persona que va a realizar un cambio importante en su vida, y es consciente de lo mucho que se juega en el proyecto.

Así se lo hacía ver a mi empleado, que por otra parte era del pueblo, y rápidamente me confesaba que eran buenas personas; aunque se quejaba de que por atenderles «no le cundía a él el trabajo», eso si, inmediatamente me reconocía que a fin de cuentas estaba para trabajar, y que en el fondo daba igual si trabajaba de una forma o de otra.

No podían ser más amables, ambos miembros de la pareja; de hecho un día que fueron a hacer la enésima consulta, viendo el despacho abarrotado de gente, simplemente entraron a saludar, y pidieron cita para otro día.

Mi empleado les hizo que no necesitaban cita, pero que ese no era el día más indicado; sin embargo, él mismo fuera de horario y a cambio de una cerveza, se comprometió a quedar con ellos al día siguiente fuera de horario de despacho.

No os sorprendáis, pues no es la primera vez que, fuera de horario, atendemos a alguien (eso si, es obvio que todo depende del grado de educación con el que seamos tratados)

Lo cierto es que las negociaciones se demoraban un poco, y que no paraba de crecer la barriga de la esposa del matrimonio más joven.

En broma y con una cierta tristeza, nos preguntaba, si su hijo llegaría o no a nacer en la casa nueva; pero rápidamente le cortaba su marido haciéndole ver que eso no tenía mucha importancia, pues lo suyo era que ellos estuvieran juntos y que todo el trato acabara bien.

El matrimonio más mayor, también nos explicaba que en realidad se iban a la capital, porque sus hijos habían entrado en la universidad, y que estaban preocupados porque no iban a estudiar lo mismo si los «niños» estaban solos, que si los padres vigilaban los estudios.

En el fondo no era sino una historia bastante común.

Sea como fuere, acabaron de discutir los últimos detalles y fijaron fecha para la firma; aunque en ese caso, el banco tardaba un tiempo en aprobar la operación, por lo que todo tuvo que demorarse un poco.

Es ese el momento en el que me entero que habían fijado como fecha de firma el día en el que salía de cuentas la esposa del matrimonio más joven.

No puede evitar hacerles ver que: visto el tiempo que habían tardado en llegar a un acuerdo, igual era más acertado aplazar todo un par de semanas.

Sin embargo toda la tranquilidad que habían tenido negociando, una vez llegado el acuerdo, se convirtieron en las prisas (que por otra parte ya conocía) de querer estar en la nueva casa cuando naciera el niño de unos, y empezaran la universidad los de los otros.

Es firmada la escritura, cuando entregándose las llaves y los cheques, veo que el matrimonio más mayor saca una bolsa.

No voy a negar que no es la primera bolsa que veo tras una firma, y que se sobradamente qué hay en ella, por lo que les dije que «si les quedaba algo por ajustar» podían quedarse en el despacho, mientras les preparaba una copia simple.

Es en ese momento cuando me dicen:

Muchas gracias, pero no es necesario, esto es para ella, para pedirle perdón por el retraso, y para que entienda que sólo hemos intentado velar «por los nuestros»

Le entregan la bolsa, y ante la sopresa de todos, lo que había era un traje de bebe.

Lo sorprendente es que había otra bolsa, que me entregaron.

Esto es para su empleado

Una buena botella de vino había dentro.

Eran dos detalles sin especial importancia, pero con muchísimo significado; y desde luego uno de tantos detalles que me han hecho ver lo bien que se está siendo notario de pueblo.