Supongo que todos tenemos canciones de cabecera, pero esta de Loquillo, hace mucho que me la pongo todas las mañanas para recordar que soy un Notario: feo, fuerte y formal.

¿Soy un Notario feo?

Pues sí, soy feo; de hecho en el colegio yo era el feo de la clase; (lo cual incluso generó algún que otro trauma adolescente) si embargo a estas alturas es algo que tengo asumido y me da igual.

Lo que indigna es la existencia de lo que podemos llamar «notarios de diseño», que son aquellos que acuden con la corbata a juego con los calzoncillos (ambos comprados en boutiques caras) a sus despachos de diseño.

¿Cómo tienen tiempo de ir a tanta tienda de ropa? ¿cómo pueden perder el tiempo con diseñadores?

Vivimos en una  sociedad en la que la imagen lo es todo, y en la que la forma prima sobre el fondo.

Lo siento, cada vez me preocupo menos por mi aspecto físico, por mi imagen y por mis formas; simplemente me preocupo por hacer bien mi trabajo, y por estar bien con los míos.

¿Soy un Notario fuerte?

Tengo que confesar que no, y que cuanto más pasa el tiempo, más me doy cuenta de mis muchas debilidades.

En ocasiones, para poder seguir trabajando, tengo que ponerme un escudo para evitar que el problema que preocupa a la persona que tengo delante sea mi problema (entre otras cosas, porque esa persona no necesita empatía, sino soluciones)

Pero ese escudo falla más veces de las que quisiera; me duele ver situaciones injustas, y me duele ver el dolor de alma de algunas personas.

Son muchos los casos en los que más que ver, llegas a vivir el problema que tiene la persona a la que atiendes.

Otras veces sabes que tienes a alguien que más que problemas jurídicos, tiene problemas morales, y en los que sabes que todo lo que hagas para arreglar situaciones que llevan años enquistadas, es inútil.

En todos esos casos, como muchos Notarios, pero también como muchos otros profesionales, algunos días llego a casa con una losa tremenda en la espalda y sin ganas de nada.

Pese a todo, decía Rabindranath Tagore:

Cada amanecer de Dios, es una sorpresa y una alegría para el mismo Dios

Siempre hay un mañana, y cada día es un reto, por lo que, con ganas o sin ellas, no cabe otra que seguir adelante.

Supongo que mas que fuerte, soy valiente, pero no porque no tenga miedo, sino porque tenga o no ganas, todas las mañanas, me meto en la ducha y mientras cae el agua, me recuerdo que en la ducha entró Paco, pero que hay que dejar que el agua limpie los problemas y salga un Don Francisco con la misma ilusión que cuando aprobó en 1997.

No os engaño, no siempre lo consigo. Sin embargo me ayuda mucho, ponerme la canción con la que termino el post a partir del minuto dos y pensar que esa niña a la que se refiere, es en verdad mi profesión de la que estoy enamorado y merece que cada día sea vivido como si fuera el último.

¿Soy un Notario formal?

No vine aquí para hacer amigos

Pero sabes que puedes contar conmigo

Me encanta esta frase de la canción, pues lo cierto es que siempre repito que no estoy para decir lo que alguien quiere oír, sino lo que debe escuchar.

Obviamente no soy adivino, y no puedo anticipar lo que va a pasar, pero hay historias que se repiten tanto que, con el tiempo dejas de creer en los milagros, y tratas de ser práctico.

El hacer lo que te piden es tu deber, pero el hacer lo que a alguien le da la gana, es una dejación de funciones por parte mía, y arriesgarme al dicho «pan para hoy, hambre para mañana».

Es fácil quitarse un asunto sin pensar en sus consecuencias, u obedecer ciegamente a quienes tienen superioridad jerárquica sobre ti; pero siempre he pensado que esos «superiores» no son mis jefes, sino mis representantes, y por tanto han de rendirme cuentas, antes que darme órdenes.

Para qué discutir si puedes pelear

Fama tengo de peleón dentro del Notariado, más lo cierto es que sólo he interpuesto un recurso en mi vida.

El problema nuevamente lo plantean esos notarios de diseño (de la Señorita Pepis, diría yo) que son capaces de aceptar cualquier cosa con tal de codearse con las llamadas «élites».

La élite del notariado son los ciudadanos que nos confían sus problemas, y quien no lo entienda debería de replantearse seriamente su vocación.

Esas «elites» tienen sus normas, y entre esas normas están: el tener muy buenos modales para poder hacer lo que les venga en gana.

Siempre me ha dicho mi padre que dos no pelean si uno no quiere, y es por ello, que más que perder el tiempo peleando, suelo eliminar de mi vida a personas tóxicas.

No os engaño, entre esas personas hay representantes institucionales del Notariado.

Lo que si tengo claro, es que por más que quiera evitar conflictos, siempre he sostenido que los derechos no se tienen, sino que se ejercen, por lo que en ocasiones, la única alternativa, si la otra parte no se aviene a razones, es acudir en defensa de tus derechos y de los del ciudadano allá donde procede.

Sin entrar al detalle, creo que hay ocasiones en las que es mejor parar la máquina de la amabilidad con algunas personas (afortunadamente pocas) y dejarles claro que hay cosas que no se pueden hacer.

Unas veces tendré razón y otras no, pero si que creo importante que cuando pego un frenazo en seco, lo voy a hacer de forma que cuando luego me cruce en la calle con ese tipo de personas: sea yo quien pueda mantener la cabeza bien alta, y ver que son ellos quienes desvían la mirada.

Nunca bajaré la cabeza por mis formas, pues cuando frenas a alguien en seco, jamás las formas van a ser correctas (entre otros motivos, porque cuando eso sucede, la otra parte, hace mucho que perdió las formas).

En el calor de la noche a plena luz del día, el Notario estará dispuesto a alegrarte el día

Este blog no surge de la nada, sus post son fruto de tal número de madrugones que hace mucho que no uso despertador, porque raro es el día que a las seis o siete de la mañana no tengo los ojos abiertos porque tengo algo que escribir o que repasar.

Todas las mañanas mi amiga la abogado Doña Angeles Blanco Rodríguez, manda un tweet de buenos días, y todos los días lo retuiteo (de hecho me siento incómodo los escasos días que se le olvida)

Voy al despacho a trabajar, lo tengo claro; pero sobre todo, voy porque me divierto.

En el despacho conozco a gente fantástica, historias espectaculares (algunas de las cuales he compartido con vosotros) intento ayudar y me siento útil a la sociedad.

¿Por qué no iba a estar contento?

Mi fama me precederá hasta el infinito y más allá

Tempus fugit

No, no tengo, ni tendré fama; este blog, y mi presencia en redes sociales son momentos que se perderán como lágrimas en la lluvia.

Pero también se perderá el oropel y el boato de esos notarios de diseño de los que hablaba al principio del blog.

El infinito existe, y lo vivimos día a día, momento a momento (otra cosa es que seamos conscientes de ello)

No me interesa la fama, me interesa poder ayudar, y el cariño de los míos, quizá sólo así responda a este vídeo que vi hace poco.

Vive Dios, escrito está…si te doy mi palabra nunca se romperá

Supongo que ninguno de vosotros entenderá este post, que es excesivamente íntimo, y en el que voluntariamente callo hechos y personas concretas.

Sin embargo un 28 de noviembre de 1997 juré tres cosas: la constitución, servir al ciudadano y guardar secreto de protocolo.

Siempre he sido fiel a mi juramento, de hecho toda mi actuación desde entonces, obedece a la idea que una vez mi padre me tuvo que recordar por escrito, cuando era decano

Cumpla Ud sus obligaciones, independientemente del coste económico o personal que ello suponga

Eran otros tiempos, donde el honor y el deber eran palabras que no se tenían que pronunciar, porque iban insertas en el ADN del notariado.

Hoy habría que recordarlas con cierta frecuencia.

 

PD.- Hoy hace seis años que este blog publicó su primer post, y es el momento de despedirme de vosotros (aunque seguiré manteniéndolo, e incluso publicando algo ocasionalmente).

Una insuficiencia cardiaca las navidades pasadas, en la que el médico me dejó claro que tenía que bajar el ritmo; unido a una sensación de que todo lo que tenía que decir:  o lo he dicho, o no puedo decirlo son los motivos.

El balance de estos seis años: si lo miras desde el punto de vista del número de visitas, o de la cantidad de personas que he conocido, es espectacular; pero no puedo negar que algunas cosas he querido cambiar en el notariado, y que en esas cosas entre que no me he sabido explicar y no me han querido escuchar, he de confesar un rotundo fracaso.

Me despido de vosotros con una ultima canción me ayuda mucho esas mañana en las que no tengo claro el rumbo de mi vida; pues siempre la pongo a partir del minuto dos y pienso que esa niña a la que se refiere, es en verdad mi profesión de la que estoy enamorado y merece que cada día sea vivido como si fuera el último.