Muchas veces creo que las personas que acuden a mi despacho piensan que el Notario es un adivino.

Hace ya tiempo que descubrí que muchas preguntas que los ciudadanos hacen al Notario, en realidad no son preguntas, sino que simplemente reflejan las angustias más íntimas del ser humano, y que más que encontrar respuesta, lo que pretenden es encontrar alivio.

Ejemplos en las herencias y en las hipotecas podría citar un montón:

  1. ¿Entonces me asegura Ud que no voy a tener ningún problema?
  2. ¿Seguro que mi nuera no podrá tocar lo que deje por herencia a mi hijo?
  3. Como he constituido una sociedad ¿Ya tengo a salvo mi patrimonio?.

 

Podría citar cientos de ejemplos, pero ante estas preguntas normalmente pido al cliente que me mire, que compruebe si tengo cara y pinta de Notario, y a renglón seguido les pregunto si me ven pinta de ser la Pitonisa Lola.

Evidentemente nadie puede garantizar que no vayas a tener un problema en el futuro, el derecho y la vida real son tan amplios que cualquier cosa puede pasar, y es absolutamente imposible predecir y anticipar todas ellas, sólo podemos anticipar las más frecuentes, y siempre cualquier solución que demos a un problema concreto dejará otros sin resolver, o generará nuevos problemas.

Pero no es este el objetivo de esta entrada, sino compartir con vosotros una experiencia única que he tenido con unos señores, y que ha provocado la cerveza que me he tomado más a gusto en toda mi carrera profesional.

Estaban citados dos señores en el despacho para firmar una novación de hipoteca.

La novación que iban a firmar, es de las que yo llamo el documento de moda, que de tres años a esta parte firman los ciudadanos un día sí, y otro también.

Era el típico caso de un matrimonio en paro que no puede pagar su hipoteca, y que se agarra al clavo ardiendo de pedir dos años de carencia, en los que (para bajar la cuota) no pagarán capital y sólo pagarán intereses del préstamo (de camino el banco aprovechaba para quitarles la cláusula suelo, aunque elevándoles considerablemente el tipo de interés).

Estas novaciones fijando un plazo de carencia, son un arma de doble filo, y una patada adelante en la que no se sabe si es peor el remedio que la enfermedad.

Efectivamente el deudor ve como su cuota se ve reducida extraordinariamente durante dos años (lo cual es una ventaja) pero lo cierto es que al no amortizar el capital, y pasados dichos dos años, las cuotas no es que vuelvan a ser iguales, es que son más fuertes.

El banco tiene una doble ventaja: pues de un lado evita una morosidad, pero de otro gana más dinero; pues al no amortizarse capital, su ganancia es superior (dado que cobra más intereses).

Lo cierto es que estas breves reflexiones económicas, aun siendo ciertas, son completamente irrelevantes, pues la situación de muchísimas familias es tan angustiosa, que la pregunta de quién es más o menos beneficiado, es muy difícil de contestar.

Sucede que por uno de esos arcanos de la vida, la gestoría del banco se equivocó al enviar la minuta, y teníamos que esperar a que enviaran una nueva, y rehacer la escritura; por lo que me puse a hablar con los señores.

Empezaron a contarme su historia, y resulta que habían pedido el préstamo e hipotecado su casa para ayudar a su hijo a comprarse una casa, pero que su hijo llevaba dos años en paro,  y al no poder ayudar a los gastos familiares, se veían abocados a la novación, pues no podían pagar las cuotas.

La señora era encantadora, y la conversación fue muy amable (de hecho estábamos bromeando de fútbol -cosa muy recurrente, máxime cuando los clientes eran de mi equipo, y el director del eterno rival-).

Comentaba la señora que verdaderamente si su hijo encontrara trabajo podían pagar el préstamo y no tendrían que realizar esa operación; así como que su hijo todos los días se levantaba a buscar trabajo, a entregar su currículum en todos lados, y a hacer entrevistas; es más en ese mismo momento estaba haciendo una, pero siempre el resultado era el mismo.

¿Saldremos de esta?…me preguntó.

Iba yo a explicarle lo de que no soy la Pitonisa Lola (fundamentalmente por hacer algo de tiempo y arrancarles una sonrisa) cuando suena el teléfono de la señora.

Ella me mira con cara de pena y me comenta «es mi hijo, seguro que ha terminado la entrevista….» esos puntos suspensivos son fácilmente entendibles, la señora, estaba: entre pidiéndome permiso para descolgar el teléfono (aún hay gente educada que cuando le llaman por teléfono y está hablando con otra persona lo hace) y un anticipo del contenido de la llamada.

Señora, le contesté yo, mientras ella se disponía a descolgar, su hijo acaba de encontrar trabajo.

Ella me miró con una sonrisa amarga, propia de quienes llevan dos años de desesperanza, y se dispuso a descolgar.

Mire señora, le volví a interrumpir: «como su hijo haya encontrado trabajo ahora mismo nos vamos al bar de enfrente y me van a invitar usted y su marido a una cerveza».

Sonrió (con amargura) y descolgó.

Fue descolgar el teléfono la señora, y ver en ella una de esas sonrisas que difícilmente olvidas en la vida; era una sonrisa tal, que salté como un resorte del despacho y agarré al marido del brazo, mientras ella gritaba ¡Si, de verdad!.

Efectivamente ese hijo había encontrado trabajo, por lo que los cuatro nos fuimos al bar y nos tomamos lo que para mi ha sido la cerveza más deliciosa que me he tomado en diecisiete años de ejercicio profesional.

De hecho nos planteamos durante el brindis si se debería de firmar o no la novación, aunque por prudencia: dado que ni sabía la duración del contrato, ni el sueldo, y dado que la amortización anticipada no llevaba comisión alguna, optaron por hacerlo.

Durante la firma, bromeaba con ellos, diciendo que ahora con la cerveza, no podía estar seguro de si estaban borrachos y eran capaces para firmar, pero les garantizo que jamás he estado en una firma en la que las sonrisas fueran tan francas y la alegría tan grande como la que les estoy narrando.

Creerán Uds que les estoy contando un cuento bonito, que les estoy intentando dulcificar el drama que vivimos cientos de españoles desde hace más de cuatro años, pero tengan la absoluta certeza que es una historia real que en Alcalá de Guadaíra le ha pasado en el mes de Julio del año 2014 a un Notario de pueblo, a una familia honrada, y a un director de una sucursal pequeña.