El ser Notario, te da el privilegio de ver todos los días a seres humanos que te abren el corazón y te cuentan sus problemas más íntimos.

La campaña «consulte Ud a su Notario, es gratis», no deja de ser eso una campaña, con todas las grandes verdades y mentiras que tiene toda campaña publicitaria, pues ya he escrito en este blog sobre el asesoramiento gratuito que presta el Notario.

Yo haría una campaña entre los Notarios diciendo:

«Consulte Ud a su cliente, aprenderá mucho«.

Es aquí donde empieza la historia de los garbanzos y del potaje, y como la persona que menos me podía imaginar, me dio una gran lección de derecho y economía:

¿Qué es un préstamo hipotecario?

Estaba yo un día cualquiera en mi despacho, cuando me llama mi empleado para que firme una hipoteca.

Entro en la sala de firmas y me topo a unos señores de raza gitana, vestidos de domingo, que iban a avalar a su hijo y a la novia del hijo (también de raza caló).

Me llamó especialmente la atención lo bien arreglados que iban, y sobre todo «la madre»; esta señora era más bien barrigona (aunque tapaba la barriga con un precioso delantal), de edad indefinida, bajita, con todas las arrugas que causa una vida de trabajo de mercadillo en mercadillo; su tez era de un moreno brillante, y su pelo (en el que por supuesto no faltaba una flor) era de esos pelos negros zahinos y rizados que sólo los gitanos pueden tener; nariz aguileña y esa pinta de mando en plaza, que sólo tiene quién está acostumbrado a calmar las aguas: poniendo los brazos en jarra a la cintura, y pegando un grito.

Se notaba que eran gente muy humilde y muy trabajadora. Venían a la Notaría con toda la solemnidad que requería el acto; pero a su vez también se les notaba ese desparpajo que sólo te pueden dar años de furgoneta, pegando pingos de pueblo en pueblo, montando y desmontando en el mercadillo un tenderete y regateando horas y horas con las marujas del pueblo de turno, haga frío o calor.

Siempre digo a mis clientes que me pregunten, que no tengan prisas, que la hipoteca la podemos leer en cinco o cincuenta minutos, pero que luego estarán toda la vida pagándola, que no firmen si no están de acuerdo, que si leo rápido me pidan que vaya más lento, y que si no entienden simplemente me lo digan, porque son ellos los que más se beneficiarán si lo hacen.

También reconozco que no me gusta leer una hipoteca, (es creo que es inútil y nadie se entera de nada) por eso la explico, y sobre todo trato de incidir en que una cosa es el préstamo (que es lo principal y cuyas condiciones si que leo y explico detenidamente) y otra la hipoteca (que es una mera garantía accesoria).

Es un tópico escuchar que la etnia gitana es muy machista y que quien manda es el patriarca, pero al menos en este caso era la «maama», era la que llevaba la voz cantante; aunque el marido era un señor muy serio, con su bastón y su sombrero, y adoptaba una pose de mando, rápidamente se veía que todo era pura fachada y apariencia, porque bastaba que la «maama» moviera las cejas como hace Carlos Sobera, para que el patriarca se quedara murmurando sabiendo lo que es tirarse tres meses durmiendo en la bañera.

La «maama» desde un principio preguntaba, y no preguntaba ninguna tontería; ni sabía ni le importaba que era el Euribor, ni la cláusula suelo, ni falta que le hacía. Empezó con un «miarma a mi no me hables en leuros, que yo me entiendo en duros y ya las pesetas me cuestan una jartá trabajo», y a cada cláusula del préstamo le sacaba punta.

Llegó el momento final y les pregunté si tenían alguna duda o querían comentar algo, momento que la señora volvió a tomar la palabra y me comentó.

Vamos a ver «Don Notario» esto del préstamo con «empotecamiento» es como si el banco me da un saco de garbanzos y me dice que le devuelva un potaje ¿no?.

El director del banco y yo nos miramos cómplices y guardamos silencio esperando a ver por donde salía la señora.

Mire Ud el banco me da dinero, que es como si me da un saco de garbanzos, y a cambio me dice: tu me devuelves el dinero con interés que es lo mismo que si me dice me devuelves los garbanzos, pero además le echas unas verduritas, una pringá, lo pones a fuego lento y me haces un potaje.

En ese momento cambiaron la cara de suficiencia que habíamos puesto el director del banco y yo.

Pero eso no es malo «Don Notario», dijo la señora.

A esas alturas de partido, cuando la señora ya nos había metido el gol por la escuadra en el último minuto, el director y yo simplemente seguimos callados (pero ahora muy conscientes de que nos iban a meter un saco de goles en el descuento).

La gente pasa mucha «jambre» y el banco también tiene «jambre», es normal que quieran comer potaje las «criaturitas».

Seguía el silencio.

«Don Notario» Ud me ha «dijío» que la casa es «der niño» ¿no?.

Efectivamente le contesté.

«Pos» entonces «er» banco se come el potaje del «parné», pero deja «ar niño» «meten» la cuchara en «er potaje del parné» y también le deja que se coma solito con la novia «er potaje de la casa«.

Aquella gitana, de edad indefinida, acababa de resumir cinco años de carrera, ocho de oposiciones y diecisiete de ejercicio profesional, en dos minutos.

Con esa curiosidad malsana del Notario de pueblo, y siendo consciente de que estaba ante un auténtico fenómeno de sabiduría le pregunté.

Mire Ud señora, a mi me preocupa mucho la situación económica actual, y la crisis que padecemos, ¿Cómo cree Ud que puedes devolver un potaje si sólo te han dado unos garbanzos y no hay manera de encontrar ni verduras ni pringá?.

Después de pensar un poco qué era lo que exactamente le había preguntado me respondió:

«¿Cizi?» yo » zi que zé» lo que es la «Crizi»; yo me he tirado «toita la via» trabajando, pasando «mizeria», «jir» (frío), jacha (calor) y «orobando» (llorando), pero en mi casa nunca ha «fartao» un potaje como Dios manda.

Del «empotecamiento zardremo como za zalío toa la vida».

Ahora «er niño» en vez de levantarse a las cinco, que se levante a las cuatro, que «atrinque la flagoneta», y que me monte » má mejón er tenderete en el mercaillo»; que «ze deje de pircing» y le compre a mi niña un «collá bonito»; y que no me beba más cubatas, así gritará más fuerte que la del tenderete de «ar lao» (la bula der bato pa la der tenderete -susurró-) y que «zarga» del «empotecamiento» pronto, que aún nos «quean» muchos zagales por casar y los tendremos que «avalá».

Lo único que ha pasado es que la gente se ha «jinchao» a «comé» potaje estos años, y ahora les pasa lo que les pasa a todos los que se comen del tirón cinco kilos de garbanzos con «tos» sus avíos….(prefiero poner puntos suspensivos antes que seguir narrando la sonora ventosidad que soltó la señora, y con la que claramente explicó lo que es un atracón).

Agradezco enormemente a mi profesión el privilegio de conocer gente así.

Tengo claro es que esa familia no tendrá problemas con su «empotecamiento», que pagarán religiosamente, que no saldrán en ninguna tertulia económica y probablemente saldrá alguna vez en alguno de estos reportajes de televisión en los que ponen a gitanillos en barrios marginales haciendo cucamonas, pero habiendo firmado escrituras con grandes juristas, grandes empresarios, grandes economistas y con personas de mucho ringorrango, esta anécdota la llevo en el corazón y la cito desde entonces muchas veces en mi despacho, pues tengo el privilegio de ser Notario y así puedo aprender mucho de los ciudadanos (odio  la palabra clientes) que entran en mi despacho.

PD.- Por si tienen dudas, he mirado y mirado por internet que significa eso de «la bula del bato» y no tengo ni la más remota idea, pero dudo mucho que a la vecina de tenderete le haga gracia el comentario.